
Las butacas tienen volumen. Necesitan espacio. Ocupan.
Pues bien, un razonamiento tan simple esconde una serie de implicaciones muy interesantes a la hora de proyectar cualquier sala. La mayor parte de las veces trabajamos con espacios escénicos en los que las butacas tienen un protagonismo capital pero, de cuando en cuando, el auditorio requiere que nuestras butacas pasen casi desapercibidas. Siempre necesarias pero en ocasiones anónimas.
Para ilustrar esta idea queremos compartir el caso del Centro Cultural de Corella (España), toda una experiencia conceptual en la que aprendimos de verdad a apreciar la idea del volumen.
El arquitecto de este Centro Cultural, Vicente I. Díez Elzaguirre, en seguida nos hizo partícipes de su idea: un espacio diáfano y claro en el que el «volumen» de las butacas fuese, bajo, inaudible… o lo que es lo mismo, ligero. Quería unos pies delgados y estrechos que no atrajesen las miradas de los espectadores, unos brazos tan pequeños como fuese posible y, sobre todo, unos respaldos tapizados con espumas finas de manera que el aspecto de la butaca fuese siempre estilizado.
Trabajamos sobre la base del modelo Javier, pero aun así, tuvimos que ser capaces de aplicar todos esos pequeños detalles que nos solicitó el arquitecto.
Así que redujimos el espesor de los pies, de las espumas… ¡e incluso de los brazos para que estuviesen en armonía con los tableros del asiento y del respaldo!
El único objetivo era el volumen. Siempre el volumen. Hacer la butaca más ligera, buscar el protagonismo del vano. Todo un experimento conceptual que tuvo su premio cuando realizamos la instalación.
Las butacas están pero no ocupan. Los pies sustentan las butacas pero no molestan. Las espumas de asiento y respaldo siguen las formas de los tableros de madera con el mínimo espesor posible. El espacio es visible.
Pero por si esto no fuese suficiente, todavía tuvimos que mantener la esencia de la butaca en términos de estética y comodidad: los respaldos siguen unidos por la parte anterior y posterior de modo que no quedan huecos visibles entre espumas, los asientos se alinean a 45º con el punto más exterior del brazo y los pies respetan la salida de la climatización.
Lo cierto es que sólo cuando vemos el resultado final nos damos cuenta de lo conseguido: ¿no parece que las butacas comparten las mismas dimensiones que las paredes, suelo y techo?